Ermita de San Sebastián
Construida originariamente extramuros de la villa, su origen se remonta al s. XIV, momento en el que se construyen las ermitas dedicadas a san Sebastián, que desde la antigüedad fue considerado por los cristianos el intercesor ante todo tipo de contagios. Durante los períodos de epidemia, la ermita fue utilizada como lazareto para aislar a los enfermos contagiados de peste, con la finalidad de evitar la propagación de la enfermedad entre la población.
Su traza gótica presenta la típica estructura de las ermitas serranas de la Mesta, siendo el mayor y mejor ejemplo de ermita de esta tipología de toda la comarca de Los Pedroches, según el estudio publicado por Ortíz Juárez, Bernier y Nieto Cumplido en el Catálogo Artístico y Monumental de la Provincia de Córdoba.
Consta de nave única y cubierta de madera a dos aguas, con siete espaciosos arcos de diafragma que descargan sobre potentes contrafuertes visibles al exterior. La fachada principal presenta arco ojival con alfiz, todo ello, realizado en piedra de granito y rematado por la típica espadaña de ladrillo de un solo cuerpo. La ermita fue restaurada entre 1990 y 1993 por la Escuela Taller “Sulia” siguiendo su estructura original.
Tras la guerra civil, en 1944, se reorganizó su Hermandad y desde entonces, el barrio al que da nombre, revivió con verdadero entusiasmo los días de su festividad cuando los puestos de piñones y turrón convocaban a toda la población, que acudía fiel a la llamada, en la víspera del 20 de enero, para festejar la verbera en honor del Santo Mártir de Narbona. Un gran candelorio daba luz y calor al frío ambiente reinante en las noches de enero, y en torno a la hoguera se vivía el momento álgido cuando se quemaba al “Tío Camuñas”, mientras en grupos jugaban al corro y cantaban al unísono:
Día de san Sebastián,
muy presente lo tendremos,
quemaron al Tío Camuñas
para sacarnos el dinero.